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ENSAYO SOBRE EL ARTE POÉTICO (2º parte)

ENSAYO SOBRE EL ARTE POÉTICO (segunda parte)

Copyright: Victorino Miguelez Copete, 2012

ISBN: 978-84-615-8870

Depósito Legal: MU -432-2012

 

 

La primera parte de este ensayo sobre el arte poético finalizó con la referencia a tres conceptos que a mi juicio son vitales para que emerja la poesía con todo su esplendor: la carga emocional del poeta (c.e.);  su fuerza expresiva (f. e.) y, en la confluencia de estas dos coordenadas,  el momento poético (m. p.) generador de la poesía.

Para entender con claridad cómo interactúan entre sí estos tres parámetros, nada mejor que hacer una exposición didáctica que nos facilite conocer mejor los vericuetos por donde discurre la andanada poética.

A continuación vamos a ver, mediante unos ejemplos muy sencillos, como actúan entre sí la carga emocional (c. e.), y la fuerza expresiva (f. e.) del vate hasta alcanzar el momento poético (m. p) donde tiene lugar el nacimiento de la poesía. Al mismo tiempo hay que fijarse en la utilización de los adjetivos, pues se debe tener en cuenta que no todos tienen un significado poético y que, aún, teniéndolo pueden perderlo si no se saben acoplar adecuadamente; con lo cual la poesía perdería calidad y sentido poéticos.

Vamos a ver, seguidamente, un ejemplo integral de todo este comportamiento del poeta, mediante la construcción de un verso que va pasando por esas tres fases distintas de la composición poética utilizando el vocablo “noche”; con que intensidad emocional visualiza y capta la sensación ideal de ese  vocablo y con qué fuerza expresiva lo va reflejando en la elaboración del verso hasta conseguir ese “instante ideal”  que da lugar al “momento poético” generador de la poesía.

Si el poeta toma el vocablo “noche” y escribe,  indistintamente, “noche fría”, “noche gélida” o “noche polar”, se advierte que todos los predicados que hace de dicho vocablo son similares e idóneos poéticamente, sin embargo su (c. e.) y su (f. e) son, aún, poco intensas como para conseguir, ya, ese momento envolvente de un pensamiento integral y definido en el propio verso. Pero si la construcción del verso cambia por que  el poeta en su avance emocional expresa: “noche fría del alma”, “noche de gélida mirada” o “noche polar de mi vida”, ya, se puede advertir por la variación de sus predicados un pequeño aumento en la (c. e.) y (f. e.) del  poeta  que va dando más sentido al verso y acercándose, cada vez más, a la cima de la creación poética y si, por último, el poeta en ese alarde emocional que le embarga, completa su  universo contemplativo con las expresiones: “noche fría del alma, hay un amanecer que calienta el alba”; “noche gélida de voz callada, el manto de la luna tus sueños guarda” o “noche polar de mi vida, donde todo se apaga y donde todo se olvida”;  es entonces cuando el poeta, sin lugar a dudas, ha conseguido mediante la máxima carga emocional (c. e) e intensa fuerza expresiva (f. e.) su momento poético (m. p.) y dado origen a unos versos con todo el ritmo y musicalidad propios de la auténtica poesía.

Llegados a este punto, después de haber analizado alguno de los pasos por donde discurre la labor compositiva del poeta, va a resultar más fácil distinguir con claridad si lo que llega hasta nosotros es auténtica poesía o por el contrario no pasa de ser un texto de escaso o nulo valor poético. Si, además, como acabamos de ver, a todo este formalismo de construcción lírica se le añade el uso de un lenguaje sencillo con expresiones simples, alejadas de toda retórica abstrusa, el atractivo poético está garantizado y habremos logrado construir una buena poesía. Por esto mismo  quiero insistir de nuevo en la bondad de la licencia poética de la “poesía en prosa”, porque permite, sin estar sujetos al cuidado alguno de métricas y rimas, albergar en sus versos toda la belleza, musicalidad y ritmos propios del género poético.

De todos modos, en la práctica, se debe poner mucha atención con esta modalidad de verso libre porque se puede caer en el vicio de la “prosa poética” que es, justamente, lo que se debe evitar: que los versos se conviertan en párrafos extensos y las estrofas formen columnas de palabras dentro del más puro estilo narrativo. Para evitar este fraude poético está la “poesía en prosa” que permite al poeta una gran libertad de acción, está libre de ataduras técnicas y no necesita de retóricas vacuas, ni de prosas interminables y a veces repetitivas, que pueda distraer sus mensajes y su significado.

La poesía es un alimento vivo para nuestra intimidad y de consumo inmediato; su ingestión no puede ni debe esperar cuando se necesita: es un tónico y un antídoto vitalmente necesario para equilibrar nuestra existencia. Para lograr todos estos objetivos está la figura del poeta: todo un concertista de partituras líricas que pone musicalidad a las vibraciones del alma.

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